El pintor crítico ante las dictaduras, tanto las políticas como las artísticas, le empujó a iniciativas controvertidas. Optó por la pintura figurativa en unos años de aplastante dominio de la pintura abstracta en París, y sus primeros temas recordaban a la “España negra” en clave cáustica y nada romántica. De un uso matérico del color, Arroyo pasaría a una técnica más propia del “pop art”, de colorido vivo y pincelada más lisa.
Su primer impacto público se produjo al presentar en la III Bienal de París el políptico Los cuatro dictadores, una serie de efigies de dicytadores, que provocó las protestas del gobierno español. En 1963 preparó una muestra en la galería Biosca de Madrid, que se inauguraría sin su presencia, ya que debió huir a Francia perseguido por la policía; la exposición se censuró y cerró a los pocos días.
Arroyo ridiculiza y “reinterpreta” los tópicos españoles con toques surrealistas. Cuenta con presencia en muchos importantes centros de arte mundiales como el Museo Reina Sofía, Museo de Bellas Artes de Bilbao, IVAM de Valencia, el MACBA de Barcelona y otros internacionales. Entre sus muchos reconocimientos figuran el Premio Nacional de Artes Plásticas y la Medalla de Oro al Mérito de Bellas Artes. Era caballero de las Artes y de las Letras por el Gobierno francés y recibió el premio de la Fundación Simone y Cino del Duca-Instituto de Francia.
Realizó escenografías para teatro y ópera, como ‘Off limits’, de Adamov (1969 y 1972); ‘Wozzeck’, de Alan Berg (1971); ‘En la jungla de las ciudades’ y de Brech (1973), entre otras.
Nos ha dejado a los 81 años. DEP